top of page
Blog: Blog2
  • Foto del escritorChillonas Mx

Sobre el no-dormir

Ilustración de Skullflower

El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido.

El insomnio es una cosa muy persistente.

Virgilio Piñera


Recuerdo el discurso de que los niños deben dormirse temprano que escuché una y otra vez durante mi infancia y he oído después dirigido a mis primxs; aun a mi pesar lo confieso: siempre he sido inmune a él. Fui una niña ojerosa de ojos grandes que a menudo tenía pesadillas y que unas cuantas veces tuvo episodios de sonambulismo. Cuando me quedaba a dormir con mi madrina, acababa rindiéndose y se dormía mientras yo deambulaba por el departamento en espera de que el sueño me visitara a mí también. Luego, en la primaria, me costaba conciliar el sueño temprano en la víspera de reyes y en el día previo al inicio de ciclo escolar (por algún motivo me emocionaban más o menos igual, supongo que tenía que ver con la expectativa y el estrenar cosas…).

A pesar de la policía del sueño durante niñez, al ir creciendo la capacidad/ habilidad/ superpoder de desvelarnos se vuelve un punto a favor para nosotrxs. Pasamos de ser niñxs que debían acostarse a más tardar a las diez a ser estudiantes que se vanaglorian de ir en vivo a la escuela o de que nos amanezca terminando trabajos para entregar o enviar unas horas después. Mi primera gran desvelada real la viví en primero de secundaria. El profesor de Informática, en un despliegue de poder, nos castigó pidiéndonos, casi de un día para otro, que hiciéramos una tarea larguísima, hacer ejercicios de varias unidades del libro… ¡o no sé! Sólo recuerdo haber estado en ello hasta las 4am. Fue mi debut con el café de grano; no me gustaba su sabor pero bebí varias tazas. Logré terminar la tarea pero era sólo el inicio…


No puedo pensar en alguna época de mi corta vida en la cual haya dormido bien durante más de dos semanas. He intentado de todo: música, ver una película para arrullarme, leer un libro, infusiones varias, gotas de valeriana, meditación, sólo cerrar los ojos… Todo ha servido al menos una vez, pero nada ha funcionado por el tiempo necesario para que el buen dormir se vuelva un hábito. En cuanto mi cerebro adquiere consciencia de que debe conciliar el sueño decide activarse. ¡Qué fastidio!

He tenido periodos de desesperación a causa del insomnio. Durante uno de ellos armé incluso un tablero en Pinterest con ilustraciones, citas e información al respecto. Soy consciente de que mis (malos) hábitos no me ayudan. Mi adicción a las pantallas es, probablemente, una de las muchas razones que me impiden descansar en cuanto pongo la cabeza en al almohada.


Nota: Apagar dispositivos 90 minutos antes de acostarme.


Hace unos años leí una novela en cuya trama los personajes tenían la opción de inyectarse algo para no volver a dormir jamás. No me acuerdo cuál fue mi impresión de eso cuando lo leí, pero hace poco volví a pensar en dicha premisa y me pareció horrible. Para mí, una de las cosas más terribles de no poder dormir es la necesidad subyacente de desconectarme de cuanto pienso, veo, leo, siento. El mundo me resulta avasallante y excesivo, sobre todo en los últimos años. ¿Para qué querría estar despierta permanentemente? No. Definitivamente no.


Cuando oigo gente excusándose por irse temprano de una reunión o diciendo que deben dormirse pronto porque “ya están viejitxs”, digo para mis adentros que si ser joven es sinónimo de ser tan noctívagx como se pueda, que ya se termine la juventud por favor. A menudo pienso con cierta nostalgia en mis cuatro años en la facultad y los semestres en vela. ¿Cuántos litros de café habré bebido estudiando y escribiendo? ¿Cuántas neuronas se me habrán muerto en el camino de puro agotamiento? ¿Valió la pena el desgaste? Entonces me sentía orgullosa de aguantar tanto, hoy me lamento de cómo el no-dormir se ha vuelto casi parte de mi esencia.

La ensayista y filósofa Marina Garcés, plantea que aprender a dormir es un acto de resistencia en tanto implica un sabotaje a la máquina para producir beneficio en que nos ha convertido esta sociedad capitalista que nos exprime todo el tiempo y cada día un poco más. Por eso las jornadas extendidas sin dormir se presumen, aun bajo su disfraz de quejas, pues devienen signo de adaptación para (sobre)vivir en este mundo. Quién iba a decirlo: de todas las cosas aprendidas a lo largo de mi vida, carezco precisamente de la que puede salvarme (La imposibilidad del sueño es también la de un mundo común “donde los cuerpos que duermen no dejan de estar separados pero se saben, de algún modo, entrelazados por una respiración que los acompasa”).


Tarea: Descifrar las técnicas del sueño, estudiarlas, practicar con constancia hasta dominarlas. Bautizo a esto “anarco-sleep”. Nunca más el desvelo y el insomnio al servicio del sistema. Si no puedo dormir, no es mi revolución.


42 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page