top of page
Blog: Blog2
  • Foto del escritorChillonas Mx

Nadie tiene tiempo para eso

Ilustración de Skullflower


I.


¿Por qué es valioso el tiempo?, ¿por qué tenemos la idea de que el ocio implica perder tiempo? ¿Por qué nos sentimos mal cuando consideramos que “no estamos haciendo nada”? ¿Para quién o para qué medimos el tiempo?


II.


No tengo un trabajo remunerado y todos los días eso me hace cuestionar el sentido de mi vida. Cuando terminé la carrera fantaseaba con titularme pronto, entrar a la maestría, escribir artículos académicos, ser investigadora un día; aspiraba al empleo seguro, las prestaciones, el auto, el departamento, el prestigio.


Fue entonces cuando, hace año y medio, descubrí los Escritos para desocupados de Vivian Abenshushan y comencé a pensar “¿Para qué estoy haciendo esto?”. Súbitamente me di cuenta de que había inventado un escenario ideal de mi futuro sin preguntarme siquiera porqué quería determinadas cosas. Me sinceré conmigo misma: no quiero vivir para trabajar, no quiero estar siempre hasta el cuello de dealines, no quiero olvidar cosas porque estoy saturada…


Desgraciadamente también entendí que en el sistema donde me muevo las opciones son pocas y a veces el tiempo y las condiciones laborales son elementos que deben sacrificarse en función de la posibilidad de generar capital para (sobre)vivir: pagar rentas, desplazarme, comer, e incluso para permitirme un poco de ocio hipotético.


III.


C comenzó un empleo hace dos semanas. En tan sólo unos días ya estaba cansada, sin tiempo, extrañando sus ocho horas de sueño y, a ratos, padeciendo al jefe que hace desplante de poder, la desorganización y la por ahora congelada certeza de que hay otras formas más amables de hacer ese trabajo.


Por esos días también, A nos escribe preocupada. Sus jornadas son tan agotadoras que ha comenzado a desplazarse por inercia, sin saber cómo llega de un punto a otro, siente que se ha olvidado un poco de ella: de comer bien, de relajarse…, porque en cuanto llega a casa quiere dormir, ¡y cómo no!


Pero esto no es nuevo y no se trata sólo de ellas. Son muchas las personas a mi alrededor tratando de conciliar sus necesidades con los empleos que deberían, en teoría, posibilitarles cubrirlas. Personas que se niegan cosas que les gustan porque no tienen tiempo. Porque hoy en día ni el tiempo ni el dinero alcanzan. Yo he elegido, hasta ahora, el tiempo, pero ya siento el llamado del exterior diciéndome que no es suficiente y que pronto el subsidio paterno se va a terminar. Lo sé y me aterra. Me repito: no quiero vivir para trabajar.


IV.


He visto a las personas más fiesteras de mi generación volverse lxs empleadxs que o esperan con ansias sus vacaciones, o aman tanto sus trabajos que se desviven en ellos (aunque los pagos salgan tarde, aunque cobren el sueldo de uno por hacer el trabajo de tres personas, aunque deban tener trabajos simultáneos para cubrir sus gastos, aunque no tengan prestaciones).


Selfies con ojeras, tazas y tazas de café (hola, gastritis…), fotos en el lugar de trabajo, tuits sobre la vida godínez, historias de instagram sobre el horrible tránsito de regreso a casa. Hay que decirlo: nos engañaron. Alguien nos convenció de que la adultez era lo máximo y que qué quieres ser cuándo seas grande, pero nadie habló de la precariedad y los sacrificios.


V.


¿Que quería ser de grande? Ser…, creo que se referían a qué quería hacer. Porque ahora, ya en vías de ello, sé que no quiero que lo hago, por lo que me paguen, defina quién soy. No del todo, al menos. Quisiera tener la posibilidad de ser cualquier cosa como cuando era niña: maestra, mesera, viajera, ejecutiva, escritora, mamá, cantante, estrella de cine… pero nadie tiene tiempo para eso.


75 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page