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Otras formas del chisme

Actualizado: 12 mar 2019

Ilustración de Skullflower

I.

Nos metimos a platicar en la cocina. No es el lugar más cómodo; de hecho, la única forma de estar ahí es de pie. A pesar de eso, no era la primera vez que lo hacíamos, ni fuimos las primeras en hacerlo. Recuerdo que desde niña en cada fiesta o reunión veía a un grupo de personas terminar platicando dentro de alguna cocina. Aunque todo estuviera dispuesto en el comedor, la sala, el patio…, esa habitación atraía a la gente como la luz a las moscas.


H pasó caminando por la entrada de la cocina: “el chisme, el chisme…” nos dijo. Tampoco era la primera vez que ocurría esto. Estábamos en la cocina refugiándonos, en parte, de la conversación que protagonizaba él en la sala-comedor y de los senderos ríspidos a los cuales suele conducir la misma.


Mientras se calentaba el agua para el café, Z nos hablaba del proceso que estaba viviendo y la postura cerrada y machista que H había tomado con ella. Entre nosotras, tejíamos con palabras simples y escucha atenta nuestra red de apoyo.


II.

Se dice de las mujeres que somos chismosas y argüenderas. Y, en el peor de los casos, esto se vincula, incluso, con la creencia de que “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”. Pensemos en cuántos personajes femeninos existen en las series y en las películas cuya principal función es conocer y divulgar los secretos del resto de la gente y que, por lo general, terminan fastidiando a otras mujeres porque el juicio hacia ellas es siempre más duro. Ser así rompe, además con una de las consignas del mandato de feminidad: que debemos ser discretas y pudorosas con nuestros asuntos y con los de los demás.


III.


Algunas formas de nombrar el chisme


Relacionadas con actividades u objetos típicamente de mujeres: echar chal, tenerle a alguien un mole, tejer, ir a lavar la ropa / sacar el Fab, estar en Señoras, comadrear, brujear.


Relacionadas con el acto de comer: comer[se a la] gente, echarse un mole, echarle sal a la vida, condimentar la conversación, echarse un pollito.


Relacionadas con el acto de reunirse: echar chorcha, la tertulia, ponerse al corriente, echar guáguara, la tertulia, ir a lavar ropa.


IV.

Una mujer denunció los abusos de su ex en una red social y contó cómo después de algún tiempo se hizo amiga de otra expareja del sujeto en cuestión. Una vez superados los chismes que las habían enemistado sin conocerse siquiera, se encontraron aliadas en la resistencia. Entre las respuestas, otra chica escribió que también había salido con él y que pensaba que sólo con ella se había portado así.


V.

¿Cuántas no hemos sentido culpa al contar lo que nos pasa cuando involucra a otras personas? Bajo la premisa de que “los trapos sucios se lavan en casa” preferimos quedarnos calladas ante abusos y violencias, y si llegamos a hablar hacemos hincapié en el “no se lo cuentes a nadie” o “no le digas que yo te dije” porque no podemos permitir que nadie piense que somos chismosas.


Sin embargo, cuando se cruza esta barrera, el comadreo puede dejar de ser el acto ocioso en que está catalogado y volverse una herramienta política propicia para romper el silencio, pedir ayuda, formar alianzas. Así, el chisme puede funcionar para crear narrativas acerca de lo privado y abrir un diálogo distinto para que las experiencias femeninas se socialicen y las mujeres dejen de tener miedo a levantar la voz.


En ese sentido, el temor a la mujer chismosa es el temor a quien ya no tiene miedo de denunciar a un agresor, de poner sobre aviso a otras respecto a injusticias y abusos, o de desmontar la idea de que la violencia hacia las mujeres en el ámbito privado debe silenciarse, que se trata de casos aislados y no de un problema sistémico.


VI.

Nos metemos a hablar a la cocina. Otras veces, en algunos lugares, vamos juntas al baño. Salimos a tomar un café. Nos reunimos. Chismeamos.

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