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  • Foto del escritorChillonas Mx

Juntas

Actualizado: 12 mar 2019

Ilustración de Skullflower


Estoy cansada. Duermo mal. Despertarme es un logro. No acabo lo que empiezo. Sobre todo, temo empezar nuevas cosas. Me cuesta convivir con las personas, platicar con ellas. Por ahora, sólo tengo estas palabras.


Me enseñaron una lengua para comunicarme. Pero no me enseñaron con la misma urgencia a escuchar otra cosa que no fueran órdenes, reglas, regaños. Nadie me explicó lo que significaba que alguien me endulzara el oído: que sus palabras me llegarían como de lejitos, que mi entendimiento se volvería meloso y mi cordura quedaría atrapada. Me enseñaron a hablar, pero me negaron la palabra “no”.


Aprendí a hablar pero a veces no sé cómo decir que estoy agotada. ¿Cómo explicar la energía destinada a sobrevivir en este país feminicida, la incertidumbre de poner un pie fuera de casa y no saber si volveré? ¿Cómo decir que sobrevivir requiere de mucho esfuerzo y a veces no me queda más para resistir?


Hace unas noches pasé en auto por una avenida cuyas cuadras recorrí algunas veces para llegar al metro entre las 7 y las 8pm. Ahora no lo haría. Esto me ha llevado a pensar en muchos lugares en los que he estado sola, de noche. Cuando volvía de la facultad. Aquella vez que volví a las 11:·30 porque había ido a la mega ofrenda de Ciudad Universitaria. Me repito: ahora no lo haría.


Una vez terminada la obligación de desplazarme, de usar el metro, de volver en la noche a casa, me encerré. Pienso en mí, en las cosas que hacía hace todavía dos años y me sorprendo porque no me reconozco en esos escenarios. Cada día me tardo más en elegir qué ponerme, en decidir si voy o no a los lugares porque no me convencen mis alternativas para regresar a casa de noche, qué ruta tomar, qué lugares evitar, en qué horarios me siento segura… Por eso casi no salgo y estoy tan cansada.


La mayoría del tiempo no sé cómo explicarle esto a las otras personas por temor a que me digan que exagero. Quisiera estar exagerando… ¿pero cómo arriesgarme a descubrirlo?


El sábado salí a marchar. Grité mucho, hice ruido. Necesitaba sentir, al menos por un par de horas, que la calle nos pertenecía y que estaba entre personas que responderían por mí y por todas. Porque estoy agotada de luchar pero saber que no estoy haciéndolo sola es el único incentivo que me queda. Vernos juntas, sentirnos, escucharnos. Después de una semana tan sombría que nos abrumó a todas, ese recorrido fue como un abrazo.


Ojalá a fuerza de pisadas y gritos hiciéramos retumbar en su centro la tierra, sin cañones pero con justicia. Que ningún extraño enemigo, ni el Estado, ni la Iglesia, ni un marido o un patrón se atrevieran a profanar nuestro suelo, nuestra carne, nuestra dignidad.


No sé explicar cuánto me agota sobrevivir en este país feminicida. No tengo palabras suficientes para decir mi impotencia, mi rabia. No tengo la entereza para nombrar una-por-una a todas las mujeres que nos faltan.


Sólo tengo esto: la certeza de que no nos van a parar, que estamos juntas y nos cuidamos unas a otras; que otras también están cansadas, tristes y enojadas y tienen miedo, pero que si seguimos resistiendo es porque entre todas nos sostenemos.




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