top of page
Blog: Blog2
  • Foto del escritorChillonas Mx

Diferencias irreconciliables [1]

Actualizado: 12 mar 2019

Ilustración de Skullflower


I.

Durante muchos años recé oraciones en las que no creía y me persignaba sin convicción como una cortesía hacia H. Sin embargo, un día me pregunté por qué yo sí dejaba que se me impusieran prácticas de una religión que no sólo no profeso sino con la que no estoy en absoluto de acuerdo, que me parece violenta y truculenta. Es decir, ¿por qué era más lógico que yo tuviera esa deferencia con él, pero él no podía respetar la forma en que yo vivía mi espiritualidad? La única ocasión en que expresé lo que pensaba al respecto, me respondió de forma pasivo agresiva empezando con un “yo sé que eres una mujer pensante e inteligente”, insinuando que no pensar como él implicaría lo contrario.


Hace ya algún tiempo que lo evito porque sus imposiciones temáticas se han acentuado con la edad. Ahora no se conforma con recordarme que debo orar o imponerme una bendición que más que un gesto protector parece una sentencia, ahora también me agarra fuerte del brazo y casi me ordena que crea lo que él. Y, cada vez, me quedo seria, en silencio, esquivando su mirada; sin decir “sí”, pero sin saber cómo decir “basta”. El mundo a mi alrededor ha hecho bien su trabajo: aún tengo miedo de confrontarlo.


II.

Ya me pasaba antes, pero entonces no entendía del todo qué era lo que me hacía sentir tan incómoda. Sé que mi caso es una nimiedad: que hay mujeres para las que es aun más complicado, que muchas han tenido el valor de señalar las injusticias, la intolerancia, la violencia, el odio…, sé que muchas han tenido que quemar sus naves y encontrar la pertenencia en lugares nuevos porque en su familia ya no existía esa opción. Sé que ellas han dado todo por sus convicciones. Yo a veces aún pienso que el problema es mío, que si yo he decidido ser una inadaptada debería hacer algo para remediarlo.


A veces salgo de mi muralla y escucho. ¿De qué estarán hablando? ¿Podré también opinar y convivir? (…) Nadie pregunta qué pienso, qué me hace feliz o qué me mueve en el mundo. No. Quieren saber si ya estoy trabajando o dónde podría hacerlo, cuánto dinero podría ganar o modos de ganar más. El dinero vuelve siempre a la conversación y yo me siento abrumada. Trato de repetirme que no es culpa de ellos, que sólo han introyectado el discurso del sistema. No es su culpa, no es su culpa…


¿Y cuando empiezan los comentarios machistas, cuando les parece motivo de indignación que en EU las mujeres [latinas] que hacen el aseo no hacen todas las cosas que “la señora que les ayuda en la casa” sí hace aquí en México por un sueldo injusto y sin prestaciones, cuando aun teniendo familia migrante en EU alguien dice “qué miedo los migrantes, ni siquiera son gente preparada a la que se le puede dar trabajo” pero al mismo tiempo bromean con que la mejor opción para obtener la visa allá es casándose con una estadounidense “al fin que hay muchas opciones para escoger (sic)”…? No, no es su culpa pero… Sé que si osara decir algo descalificarían mis argumentos, sé que me darían por mi lado, que se mostrarían condescendientes porque, después de todo, soy “la rarita” de la familia.

III.

Siento que estoy en un permanente juego de Buscaminas. Cada mina es un tema que prefiero evitar cuando estoy con algunos miembros de mi familia. Desde que me asumí feminista se ha vuelto cada vez más difícil no manifestar inconformidad ante hechos o comentarios que antes parecían normales o graciosos, pero no deberían serlo. Desde simples debates calurosos en los que he logrado dejar claro mi punto hasta confrontaciones con mansplaining (o “machoexplicación”) incluido, han sido muchas ya muchas las ocasiones en las que he tenido que encarar realidades con las que no estoy de acuerdo sólo para reiterar que cuando se trata de la lucha feminista, hay mucho que hacer dentro de casa, en la intimidad de nuestras relaciones más cercanas.


Recuerdo, incluso, que cuando empecé a interesarme por el movimiento, uno de mis primeros miedos fue qué iban a pensar mi papá y los hombres cercanos a mí si me volvía feminista. Conforme fui conociendo más y compartiendo más experiencias con otras mujeres, cuando mis amigas empezaron a hacerlo también, cuando mi mamá empezó a cuestionarse nuevas cosas y se asumió como tal, cuando dije entre lágrimas y por primera vez, que el feminismo no tenía que rendirle cuentas a los hombres y que no era nuestra responsabilidad educarlos, en ese momento entendí que no me importaba si mi postura les representaba un problema. Así, en todo caso, su machismo, su religión, su racismo y su elitismo son para mí diferencias irreconciliables y no pienso hacer nada fuera de mi postura por subsanarlas.

9 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Escapar

bottom of page