Por: Delia González
Ilustraciones por Iurhi Peña
En la adolescencia me daba pena decir “pene” en voz alta y creo que ni pensaba en la palabra “vulva” como para que me diera pena pronunciarla. Todavía me sorprende mucho pensar en cómo pasé de ser una persona que temía hablar de sexualidad a ser educadora sexual que se masturba colectivamente por el país.
Después de haber iniciado una especialidad en sexología educativa y tras haberme encontrado con los feminismos, me di cuenta de algo muy importante. Ninguna revolución social (ni personal) es posible si las mujeres no conocemos nuestro propio cuerpo y si le tenemos miedo al disfrute que éste nos puede proporcionar.
Hace año y medio, me animé a dar una taller práctico de eyaculación femenina siguiendo los consejos de Diana J. Torres en su libro Pucha Potens. Ya escribí sobre esta experiencia acá. Inspirada en otros proyectos hermosos como el de Clitoralia y con mi barrio respaldándome, fue como comencé, junto con dos de mis mejores amigues, a dar charlas de la vulva y el clítoris.
Une de eses amigues, es Alicia Delicia. Tras dar unas cuantas charlas juntas de este tema, Alicia decidió a planear un taller de masturbación teórico y práctico al cual tuve el grandísimo honor de ser invitada a colaborar.
El taller de “Masturbación: Placer Clitorial” tiene una estructura así:
Pre-requisitos
-Ser mayor de edad
-Tener una vulva
-Estar dispuesta a estar desnuda o semi desnuda con otras mujeres o personas con vulva.
Primera parte:
Revisamos teoría sobre anatomía de la vulva, el clítoris y la próstata femenina. En esta etapa comienza el diálogo y se hacen algunas dinámicas para que cada quien reconozca las partes de su vulva.
Segunda parte:
Se hace una revisión de las zonas de placer, movimientos, herramientas y técnicas de estimulación del clítoris y del resto de la vulva. Al final se da un pequeño espacio para practicar las técnicas y movimientos.
Los primeros talleres en Guadalajara fueron todo un éxito. En poco, estábamos recibiendo invitaciones de otras ciudades de México para ir a dar el taller. Las personas que han asistido al taller son muy diversas: de todas las edades y de todas las profesiones, unas se masturban diario, otras nunca han tenido un orgasmo, algunas no se habían visto la vulva hasta que lo hicieron en el taller.
Quiero rescatar dos de los aprendizajes más importantes que he tenido en estos talleres.
Mi cuerpo es más o menos normativo. Pero eso no impide que, como muchas otras mujeres, haya aprendido a tener un ojo clínico especializado en encontrar un sin fin de defectos a mi cuerpo. La inseguridad corporal nos persigue a todes.
Al inicio del taller, Alicia comparte sobre la relación que ha tenido con su cuerpo en el pasado. También habla de cómo ha logrado irlo sanando. Esto lo hace mientras se va quitando prendas de ropa, mostrándose vulnerable y comenzando a hacer de ese espacio uno muy seguro y cálido.
Desde esta primera etapa invitamos al resto de las personas en el grupo a desnudarse poco a poco, a su tiempo, con lo que se vayan sintiendo cómodas. Y es en esta parte también donde yo me quito la ropa para acompañar a Alicia en su desnudez y a quienes también se van animando a quitarse la ropa.
Nunca antes había visto tanta diversidad en cuerpos desnudos de mujeres y personas con vulvas. Puedo decir con toda la honestidad de mi ser, que solo puedo ver belleza en todos ellos. En cada color, forma, textura, cicatriz y marca encuentro algo digno de amor y aprecio. Y mi sorpresa más grande ha sido que pierdo la pena de mostrarme desnuda en este espacio, porque en ese momento mi cuerpo también se inunda de aquello que pienso y siento por las demás.
Las mujeres y personas con vulva, a diferencia de los hombres, no tenemos espacios en los que podamos ver nuestros cuerpos desnudos. Incluso entre amigas, solemos cambiarnos cada quien por su lado, dándonos la espalda. Los hombres se ven hasta sus genitales en juegos, en los baños o en las fiestas. Nosotras no, a nosotras nos enseñaron a tener pudor y vergüenza.
Y ahora lo entiendo todo. Encontrarnos en un espacio cuidado, seguro y sorórico convierte el vernos desnudas en un acto político y transformador. Vernos vulnerables, pero valientes de aprender sobre nuestro cuerpo, convierte nuestras inseguridades en fortaleza y en conexión con las demás personas presentes.
Esto no quiere decir que a partir de estos espacios la relación con mi cuerpo es perfecta. No es así. Pero estos talleres son un respiro a todo eso, son un espacio de auto amor.
La segunda parte en la que se revisan técnicas y movimientos para estimular la vulva es otro de los momentos más potentes del taller.
La sexualidad femenina está atravesada por el sistema patriarcal. Los mensajes que se dan en los medios visuales, audiovisuales o escritos sobre la sexualidad de las mujeres responden casi siempre (o siempre) al ojo masculino.
Y para quienes nos compartimos eróticamente con otras personas con vulva, los encuentros también suelen estar atravesados por expectativas y e ideas preconcebidas del “deber ser” del sexo lésbico.
Encontrar un espacio en el que se mezcla el placer con el aprendizaje y la experimentación es algo total y completamente nuevo. Compartir el placer de manera colectiva me ha abierto las puertas a comprender el gozo y los orgasmos desde una perspectiva complemente política, empoderante, cuidada y respetuosa.
Aunque este tipo de talleres no son -ni deberían de ser- del gusto de todas las mujeres y personas con vulva, sí nos permiten ver que nuestra sexualidad puede ser contada de otra manera, poniéndonos a nosotras en primer lugar y sin violencias.
La vida patriarcal nos enseña que las mujeres son nuestras enemigas. Los feminismos nos permiten ver que podemos ser aliadas. Compartir el placer, nuestras historias, nuestras inseguridades y nuestros cuerpos desnudos, nos demuestran que nuestro potencial sanador y erótico es ilimitado y que apenas estamos comenzando a explorarlo.