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Las reinas vengativas

Actualizado: 12 mar 2019

Ilustración de Skullflower


I.

Somos todas. Las que crecimos escuchando que tenemos que “darnos a desear”, que aprendimos que si no nos hacíamos “las difíciles” no nos tomarían en serio; quienes crecimos con la idea de que sin la aprobación masculina no podemos sentirnos bien con nosotras mismas; quienes hemos pensado que debemos sentirnos agradecidas por que nos cortejen o se fijen en nosotras. Somos las hemos sentido culpa al rechazar a alguien que no nos interesa, y también las que a veces no hemos sabido cómo hacerlo por temor a que la atención se acabe porque pensamos que lo necesitamos, porque el amor propio no existe o no basta. O las que sentimos que no podemos decirle “no” a quien nos corteja porque creemos que son nuestros amigos y los vamos a lastimar, anteponiendo su cuidado al nuestro. Somos las que alguna vez hemos declinado una invitación, las que hemos dicho “gracias pero no estoy interesada”, las “sólo quiero ser tu amiga”, las “quiero estar sola” que han pasado de objeto venerado a ser la “pinche vieja, ni que estuvieras tan buena”.

No es venganza ni castigo. Tenemos derecho a decir “no".

II.

Hace poco leí a un hombre quejarse de las mujeres que no respondían sus saludos y sus intentos de hacer plática cibernéticos calificándolas de maleducadas. Afirmaba no entender lo que pasaba en la cabeza femenina y elaboró entonces una novedosa y casi nada machista teoría al respecto: que esas mujeres (ellas y cualquiera que se preste a la situación) en realidad quieren que las traten como “bebés desvalidos necesitados de cariño y atención” o, en su defecto, como reinas de la corte imperial, y debido a que él las trata como a sus semejantes (!) ellas cobran venganza dejándolo en “Visto”. Calificó esta acción como una rabieta descortés por no ser cortejadas y la nombró la “Teoría de la Reina Vengativa”.


III.

Una vez, en la secundaria, creí tener un amigo. Yo atravesaba algunos conflictos familiares que me tenían muy bajoneada, mi autoestima estaba por el piso. Él me hacía reír, me daba ánimo. Al poco tiempo me enteré de que yo le gustaba. Como tenía un relajo existencial y adolescente, no supe cómo manejar la situación. Él era muy “lindo” conmigo (eso pensaba entonces): incluso me compuso una melodía en guitarra y me escribía cosas. Pero a mí no me interesaba y cuando me sentí realmente muy incómoda por no saber qué hacer y para evitar “hacerle más daño” le dije que lo mejor era ya no moverle más y le dejé hablar.


Un día, cinco años después, me acordé de aquella situación y me sentí culpable. Pensé que quizá me había portado muy mal con él. Así que lo contacté para DISCULPARME (!) por cómo había actuado. Acordamos ir por unas chelas para platicar. Después de un par de horas bebiendo y platicando, cuando expresé que me sentía un poco mareada, empezó a acercarse más a mí y me besó, no una vez, ni dos… Le dije que quería irme. Íbamos en el metro y sentía sueño, hartazgo, me urgía llegar a casa, estar lejos de él. Me acariciaba el rostro; yo me sentía mal pensando que había provocado eso. Pero no era así. Cuando llegué a mi cuarto me puse a llorar. Por chat, me dijo que al haberme visto de nuevo se había re-enamorado de mí. Unos días después de eso le pedí que me dejara en paz y le reclamé que se había aprovechado de mi vulnerabilidad. (….) Aun cuando lo bloqueé de FB, recibí correos electrónicos suyos, mensajes de una cuenta falsa que abrió para contactarme y, en una ocasión, llamadas en la madrugada. Cuando mi mamá le escribió un mensaje diciendo que tomaríamos medidas legales si aquello continuaba por fin se detuvo. Llegué a toparme con él en la facultad y odiaba eso; sentía enojo, vergüenza, miedo.


IV.

“Ah, ¡pero no fuera Brad Pitt…!”. Otro de los mitos es que si consideramos atractivo al sujeto en cuestión, no “nos hacemos tanto del rogar” ni percibimos acoso alguno por más insistente que sea. Bajo este argumento se cancela para nosotras la posibilidad de, pues, rechazar a alguien simplemente porque no nos interesa sin que ello nos valga toda clase de calificativos negativos o nos vuelva las malas del cuento por “despreciar” a un hombre bueno y caballeroso (que muchas veces se convierte en un machito más que nos insulta por no salir con él).


V.

Un chico que me atraía mucho llegó a mi lugar de trabajo sin avisarme incluso cuando pocos días antes le había explicado que no toleraba que invadieran mis espacios y tampoco me gustaba que me bombardeara con mensajes esperando, además, que le contestara rápido. Ni siquiera me habló, actuó como si no me conociera. Media hora después de que se fue me llegaron alrededor de seis audiomensajes donde explicaba lo nervioso que se había puesto al ir a verme, cómo no se había atrevido a hablarme y lo mucho que le gustaba. Antes de bloquearlo le respondí cuán nefasta me había parecido su acción y que no me volviera a buscar, que su actuar me daba miedo. Durante nueve meses recibí “Holas” suyos en diferentes fechas (que encontré mucho después en los mensajes que se ocultan como posible spam) y, por último, una solicitud de seguimiento en IG a la que respondí con un mensaje donde aclaraba, de nuevo, que no quería establecer ningún contacto con él.

NO es NO aunque se trate del hombre más atractivo, de alguna expareja o incluso de alguien con quien ya salimos y nos gusta, ¡con mucha mayor razón SI NO ESTAMOS INTERESADAS!


VI.

No conozco una sola mujer que no tenga alguna historia de este tipo. Muchas veces no habrá pasado de la molestia o la incomodidad; otras, habrán quedado en llamadas o mensajes constantes. Sin embargo, algunas han sido el inicio de situaciones más violentas. Cuando leo o escucho comentarios de personas tirándole mierda a las mujeres que “los rechazan” no puedo evitar pensar que son potenciales agresores sexuales, hombres que piensan que les debemos algo por fijarse en nosotras e intentar tratarnos como personas. Por eso debemos amarnos muchos, cuidarnos. Si no queremos interactuar con alguien por la razón que sea, nadie debe hacernos sentir culpables por ello. A nadie le corresponde juzgar cómo gestionamos nuestro tiempo y nuestros afectos. No es No.

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