Por: Itzel Tzintzuni
Ilustración de: Mrs. Miau
"El peor enemigo de una mujer es otra mujer" o "mujeres juntas ni difuntas", son algunas de las frases que más he escuchado en lo que refiere a los lazos entre mujeres. La creencia de que las mujeres somos naturalmente incapaces de llevarnos bien entre nosotras está profundamente arraigada en el imaginario colectivo de las sociedades patriarcales. Pensamos que hay algo en nuestros cuerpos, algo que nos impide formar alianzas puntuales con las mujeres a nuestro alrededor, algo en nuestro ser-mujer que se inclina siempre por los varones: "es que yo me llevo mejor con hombres, las mujeres son muy hipócritas". ¿Ustedes han escuchado o dicho esta frase? Yo lo hice durante más de veinte años de mi vida con mucho desdén, en mi torcida idea de lo que éramos las mujeres pensaba que relacionarme con varones era muchÃsimo mejor, que todas las mujeres eran aburridas, superficiales.
¿De verdad la peor enemiga de una mujer es otra mujer? Analicemos un poco esta frase. Una enemiga es una rival, una contraria, alguien que te hace daño. Definitivamente las mujeres nos hemos hecho mucho daño entre nosotras ¿no? hablamos a espaldas de las otras, criticamos su cuerpo, su peso, su forma de hablar, las fotos que sube a sus redes sociales, si anda con tal o tal. Recuerdo en la primaria, habÃa una chica, supongamos que se llama Martha. Martha y yo pudimos ser amigas, tenÃamos la misma edad y ambas tenÃamos las mejores calificaciones pero de alguna forma tanto su madre como la mÃa decidieron que lo nuestro mejor fuera una competencia y entonces quedó cimentada una rivalidad que duró durante toda la primaria: lo importante no era conocer a la otra o saber qué le gustaba, lo importante era tener el mejor promedio, el diploma de excelencia, la medallita a fin de año. Eso sÃ, mis mejores amigos eran varones y eso continuó durante toda mi educación hasta terminar la preparatoria. En la secundaria y preparatoria lo importante ya no eran las calificaciones tanto como quien tenÃa mejor cuerpo ¿para quién? para la mirada masculina, obviamente. En ese entonces ya sabÃa que me gustaban las mujeres pero pensándome bisexual mi performance era más heterosexual que nada y lo más importante para mà por aquellos dÃas era la aprobación masculina.
En la licenciatura conocà el feminismo y la mayorÃa de mis compañeras de aula eran mujeres, comencé a trabajar en una escuela donde todas mis compañeras (las otras maestras) también eras mujeres ¡de pronto estaba rodeada de mujeres! no sabÃa bien qué hacer, crecà con cuatro hermanos varones y para mà las mujeres eran ese oscuro objeto de deseo y la eterna competencia. HabÃa que ser la más culta, si no la más guapa al menos podrÃa ser la más leÃda. Entonces comprendà que el feminismo no era sólo lo escrito en los libros sino la práctica diaria de amar a otras mujeres. También me acepté lesbiana, felizmente lesbiana y deseosa de relacionarme con otras mujeres más allá de las prácticas cosificadoras elegebeteras. Lesbiana feminista y en búsqueda de cercanÃa con todas las mujeres que me correspondieran y entonces pum, después de años la mayorÃa, si no es que todas mis amigas cercanas son mujeres, mujeres maravillosas que me han salvado la vida una y otra vez, amigas increÃbles, lúcidas, única cada una de ellas. El camino de ser amiga de otras mujeres ha sido muy difÃcil, nadie te enseña que la otra no es competencia sino un ser autónomo con claroscuros y que la amistad con otras mujeres es maravillosa, que la validación masculina es un espejismo estéril, que en ellos no hay nada para nosotras.
¿De verdad el peor enemigo de una mujer es otra mujer? sÃ, hablamos mal de otras pero ¿Quiénes son quienes nos desaparecen? ¿Quiénes nos tratan y prostituyen? ¿Quiénes se excitan viendo nuestro sufrimiento a través de las cámaras? ¿Quiénes pagan por ver nuestros cuerpos desnudos? ¿Quiénes nos consumen y desechan como objetos? ¿Quiénes nos violan? ¿Quiénes nos asesinan y desechan como basura? Los hombres. Hay que nombrarlo.
Priorizar los lazos amorosos entre mujeres es una forma de resistir, de encontrarnos a nosotras mismas y de crear otros mundos. Porque sÃ, entre mujeres sé que otro mundo es posible.