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De Chillonas para todas

Actualizado: 13 mar 2019

Ilustraciones de Verna Barrera


Chillonas nació de la necesidad de generar un espacio por y para mujeres donde compartir aprendizajes, experiencias, sentimientos, conocimiento y afecto. Mi función en el proyecto es gestionar, no suelo ilustrar ni escribir, pero nos surgió la necesidad de hacer una pausa en nuestro semanario para hablar de esto que sucede. Este espacio que construimos con tanto amor es una especie de simulacro a pequeña escala de lo que es un grupo de mujeres unidas. Con mucha tristeza noté dos cosas esta semana, la primera fue la cantidad tan grande de comentarios machistas de parte de mujeres y por otro lado el gran número de mensajes de mujeres que me siguen en redes y que me escribieron pidiendo ayuda de manera directa o solicitando textos y orientación respecto al feminismo. Me parece importante entender que el feminismo no es un movimiento de moda, la importancia de este recae en las mujeres y en la lucha por ser libres sin tener que convertirnos en el opresor en ese camino. El mundo ya nos odia demasiado como para odiarnos entre nosotras también, cerrando nuestros espacios, nuestro corazón, mente y diálogo. Todas tenemos luchas muy personales, la mía es con la neurodivergencia y desde ese lugar hablo, escucho y aconsejo. Me hubiese gustado tener un espacio a donde acudir con mis dudas a los 15-20, a quién preguntar cuando no supiera cómo hacer las cosas, si lo que pensaba era correcto o le hacía daño a alguien (o a mí misma), me habría gustado tener amigas, besar más a las que tenía, decirles lo mucho que las amaba sin miedo a cómo podría sonar eso. En Chillonas queremos ser ese espacio, abrimos nuestro corazón porque esos huequitos que las que ya no están han dejado no tienen porque quedarse así por siempre, vacíos, oscuros, fríos, este corazón ama como un acto revolucionario, como una manera de decir que aquí estamos, que sentimos, que no nos vamos a mover ni a asustar, que estar juntas es mejor y que aunque esta sociedad hipócrita nos trate de desaparecer todos los días con su silencio no nos vamos a rendir.

Verna B., fundadora de Chillonas


El sábado desperté y decidí comprar una navaja. Llamé a mi papá y tímidamente le comenté esta decisión esperando que quisiera acompañarme a buscarla. A pesar de confiar en él y buscar su compañía me daba pena decirle que tenía miedo, que a veces me sentía indefensa y que salir a la calle sola últimamente significaba apretar siempre el paso y a la vez las llaves en la mano. Al teléfono traté de sonar tan relajada como me era posible, pretendiendo que esta decisión no era resultado del miedo acumulado en la semana que todavía ni siquiera terminaba. Pensando en noticias alarmantes, testimonios, opiniones necias, tips de defensa personal y alguna que otra infografía mal informada, que no paran de circular en todas mis redes sociales, entendí que el miedo que sentía no era reciente sino que ha sido algo con lo que hemos crecido todas, que empezó a crecer la primera vez que un hombre nos vio de cierta forma, que nos siguió en la calle, que nos trato como un objeto. Podría decir que siento algo de alivio de no vivir en la Ciudad de México, no tener que usar el metro para ir al trabajo o la escuela pero viviendo en Morelos, uno de los estados con mayor número de feminicidios en el país, el alivio es nada más que pasajero y se vuelve cada vez más lejano con testimonios recientes de intentos de secuestro y desapariciones de mujeres que salen a la luz todos los días.  Ese mismo sábado mi mamá me recibió con un "me dijo tu papá que quieres comprar una navaja", me abrazó, y me dijo "no te preocupes, no te va a pasar nada", pero lo que mi mamá no entendía era que el miedo que siento no era solo por mí, sino por mis amigas, mis primas, mis sobrinas, mujeres que conozco mucho, mujeres que conozco poco, mujeres que no conozco, que tal vez nunca conoceré, pero que sé que igual que yo no se sienten seguras. Preferiría no cargar una navaja y me gustaría no tener miedo, pero en estos tiempos en los que abundan los oídos necios, abramos los nuestros, escuchemos y seamos la navaja de nuestras amigas, hermanas, primas, tías y mujeres que nos rodean, sean quienes sean y vengan de donde vengan, y aunque con miedo alcemos al voz, que no hay alivio que dure hasta que todas.

Daniela Santaella (Skullflower)


Hablemos de miedo. De un tiempo para acá es lo único que ha estado en mi mente cada que salgo o cada que quiero salir. Camina a mi lado en cada paso y en muchas ocasiones ni siquiera me deja salir de casa. Y es que para que sea un mes del año y haya más de 130 feminicidios hasta ahora, ¿quién puede salir tranquila ahora?

A veces extraño vivir en la ignorancia, cuando estas cosas no las veía, no las escuchaba o simplemente no las quería creer. Mara fue quien me bajó a la realidad. No la conocía, pero muchas amigas cercanas, sí. Y a partir de entonces nada volvió a ser igual para mí.

Este fin de semana salí a trabajar y quedé de verme con mis compañeras a las 5am en Parque Delta. Llevaba cinco minutos esperándolas cuando una señora llego a preguntarme si iban a pasar por mí, cosa que me puso más en alerta, pues no me pareció común, ni me había pasado antes. Ella solo volteaba a ver si venía algún coche y mandaba mensajes en su teléfono, unos minutos después un coche se paró frente de nosotras y puso las intermitentes y el conductor bajó del coche. Saqué el gas pimienta que traía en la mano metida en la chamarra, le marqué a mi novio y corrí hacia adentro de la plaza. Cuando volteé ya no había nadie.

No se qué pasó exactamente, no sé si iban por mí, pero tampoco pensaba arriesgarme. Y aquí es donde veo que tal vez fue el miedo con el que salgo el que me hizo reaccionar, el que me pone en alerta constante. Y quizá está bien, pero también una parte de mí me dice que no debería ser así. No deberíamos acostumbrarnos al miedo, ni a vivir alertas, y tampoco vivir encerradas.

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